"Mi infancia es un recuerdo de un pueblo campesino situado a la sombra de una iglesia y un castillo.
Crecíamos arrullados por el Tormes, bañados por sus aguas allá en la presa, en la Pesquerilla o
simplemente en la Pilata. El Gorgocil, angosto y profundo, quedaba para el rito de la hombría de
los chicos que estrenaban la vida. En Puente del Congosto, hablar de la escuela en el tiempo de las casas de adobe, de las turbulentas
crecidas del Tormes que amedrentaban nuestros sueños, de los juegos de las tabas, el castillo, los
alfileres y el “ celache” por los escondites del colmenar, es hablar de Don Eusebio y de Doña Beatriz."
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