Arquitectura sin arquitectos (II).
Chozos en Navamorales y Puente del Congosto (Salamanca)
© José María Pita
Chozos en Navamorales y Puente del Congosto (Salamanca)
© José María Pita
El legado vetón
Nos hemos referido en múltiples ocasiones al más que evidente parecido entre la arquitectura de los castros y la de obras muy posteriores en el tiempo. Siglos de distancia no han impedido que esta arquitectura primitiva haya sido el modelo constructivo utilizado hasta bien entrado el XIX. Sirva como ejemplo el caso de los chozos que estudiamos en este trabajo, cuyo objetivo final será dejar constancia documental de su existencia, resaltar sus características constructivas y contextualizar hasta donde nos sea posible sus aspectos funcionales, económicos y sociales.
Este legado cultural arquitectónico es menos conocido, pero no menos interesante que otros más divulgados, como es el caso de las esculturas zoomorfas de los verracos, icono de la cultura vetona, pero que dejaron de construirse al perderse el sentido que tenían dentro de aquella cultura desaparecida. La arquitectura, no desaparece, pues se sigue construyendo así durante siglos, aún habiendo pasado por el tamiz de los influjos culturales más dispares.
Los Chozos de Navamorales y Puente del Congosto
Los Chozos de Navamorales y Puente del Congosto
En la ribera del Tormes, a su paso por los términos salmantinos de Navamorales y Puente del Congosto, quedan todavía algunos en buen estado, cuya monumental factura encaja a la perfección en los parámetros de la arquitectura vetona, con la que guardan el incontestable parecido formal que venimos subrayando.
Vistos de cerca, lo primero que comprobamos es que no se corresponden en absoluto con la idea vulgar que tenemos sobre los chozos: choza pequeña según el DRAE, que define a la choza como una cabaña formada de estacas y cubierta de ramas o paja.
Son construcciones toscas, de una gran solidez, sin concesiones a la estética, hechas para durar. Su tamaño ronda en torno a los tres o cuatro metros de fachada y una superficie útil que puede oscilar en torno a los 8/10 m2. La solidez de su albañilería confirma su vocación de obra destinada a un uso continuado, frente al caso de la choza de paja, más apropiada como cobijo ocasional. El piso es de tierra compactada y la cubierta de losas de granito, colocadas de forma transversal y cubiertas, como ya hemos avanzado, por rollos del río y tierra.
En este territorio vetón, con el omnipresente cerro de El Berrueco al otro lado del río, esta construcción se llama "chozo" y raramente se oirá a alguien hablar de choza o cabaña. Por eso empleamos este término, a pesar de estar en franca contradicción con la definición académica. Y también porque la singularidad de estos chozos de ribera les hace dificilmente encajables en esa y otras definiciones.
Desde el punto de vista de su funcionalidad, el chozo es una construcción auxiliar propia de la pequeña explotación agrícola o ganadera familiar, y alejada de la vivienda para dar servicio sobre el terreno. Los chozos, en efecto, están en los prados, adosados al muro de cierre, o aislados, como es el caso del Chozo II.
Desde el punto de vista de su funcionalidad, el chozo es una construcción auxiliar propia de la pequeña explotación agrícola o ganadera familiar, y alejada de la vivienda para dar servicio sobre el terreno. Los chozos, en efecto, están en los prados, adosados al muro de cierre, o aislados, como es el caso del Chozo II.
Este chozo está en perfecto estado y su interior, cuidado y limpio, no acusa el deterioro propio de los múltiples usos a los ha estado destinado: almacén, vivienda ocasional, refugio, etc. En otros casos hemos encontrado almacenados en su interior aperos, maderas y viejos útiles prácticamente en desuso, relacionados con la siega y recolección del heno, no con la siembra aunque, como ya hemos apuntado, y hemos comprobado en el Catastro de Ensenada, existían huertas de ortalizas (1) .
Subrayamos este punto porque nos han llamado poderosamente la atención los pozos-torre y las obras de canalización (hoy fuera de uso) en prados que tienen agua abundante en numerosas fuentes y en el río. No descartamos, por ello, un estudio pormenorizado de estas construcciones.
Los prados -de primera, según la fuente citada-, producen lino, zenteno, zevada y heno.
La construcción. Pistas para su datación
A escasos 500 m del emplazamiento de estos chozos quedan restos de las antiguas canteras que, a lo largo de los siglos, han sido las proveedoras de la materia prima: el granito.
Un zócalo ciclópeo, formado por grandes bloques y aprovechando algún canchal sobre el propio terreno, sirve de cimentación a los paramentos de bloques de menor tamaño, pero que alcanzan espesores de 0,70 / 0,80 m.
Los paramentos, como puede verse, incluyen también piedra menuda como ripio o relleno. En las cubiertas, los rollos van colocados sobre las enormes lajas graníticas, formando un montículo que, al cubrirse de hierba, dan al conjunto un curioso aspecto tumular. La cercanía de las canteras y lo llano del terreno facilitan el transporte de la piedra.
Toda la obra es de piedra seca, en el mejor estilo castreño, si bien presenta los encuentros trabados de esquina, propios de una arquitectura romanizada. Recuérdese que en las viviendas vetonas de planta rectangular las esquinas suelen aparecer redondeadas, eludiendo las trabazones que permiten rematarlas en ángulo de 90º. Esta característica es una constante de la arquitectura popular de la zona, donde hemos documentado numerosas viviendas, cuadras, etc., con esquinas matadas.
Esto sitúa a nuestros chozos, en el tiempo, en épocas posteriores a la cultura castreña. Pero el manejo y la colocación de las inmensas losas graníticas (hasta 7), que forman la cubierta debió hacerse siguiendo procedimientos similares a los utilizados en la construcción de galerías y dólmenes de épocas preteritas, con la ayuda de narrias, carretas, animales, y grupos humanos compuestos por los vecinos de la comunidad, como ha sido tradicional en otras muchas labores.
Con tecnología actual el asunto sería relativamente sencillo, pero, si se tiene cuenta que las últimas construcciones de este estilo raramente superan el último tercio del siglo XIX, el referente, desde mi punto de vista, serían los puentes de losas de época visigoda.
Las losas de cubierta de estos chozos son similares en tamaño a los de aquellas, y estan colocadas, aproximadamente, a su misma altura (1,70 m) En toda la zona abundan estos pequeños y arcaicos puentes, cuya datación oscila entre las épocas romana tardía y visigoda, sin descartar la posibilidad de que algunos puedan ser anteriores.
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(1) Ver: Catastro de Ensenada. Archivo digitalizado. Ministerio de Cultura.
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